martes, 24 de agosto de 2010

Los heliótropos

En su último año de vida, Aby Warburg (fundamental historiador del arte) decía que él había sido como un heliótropo (girasol, para los profanos) que se había vuelto hacia Italia y hacia su pasado, como buscando la luz del sol. Heliótropos ha habido muchos y en todas las épocas, y a mí hace unos meses se me planteó una misma duda: huir hacia el cálido sol de la Toscana o hacia las modernísimas luces (por supuesto, artificiales) de París.

Me decidí por Florencia, hogareña, tangible (es decir: andable) en vez de por el epítome de la modernidad y espero no haberme equivocado. Ya he comprbado que no da síndrome de Stendhal (nunca entendí como eso podía pasarle a un francés, a un americano, pase...) ni nada parecido, pero espero que no se me vaya de todo la cabeza, ni al ver la Santa Croce (como le pasó al genial escritor, que la verdad es que es una belleza, pero así me la esperaba) ni al verme sola y liberada en un mundo estudiantil que me es en gran parte subvencionado. Efectivamente, me voy de Erasmus en unos días, no tengo casa todavía, y mi matrícula no está cerrada. Pero al menos Florencia tiene puentes muy bonitos bajo los que vivir.

O igual acabo subiéndome a un árbol, y como el silecioso George de Una habitación con vistas, me pongo a gritar: BELLEZA, ESPERANZA, IGUALDAD, CONFIANZA, VIDA, BELLEZA, AMOOOOOR


(veáse desde el 9:15)
Que nunca se sabe

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